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El tiempo es la música que hacen los planetas

Sobre algunos absurdos de la religión: Arrodíllese, levántese, siéntese, recite, pise una pieza originale di Murano y vuelva a recitar… ¡peregrinemos! Y demos ahora gracias al Señor por estos alimentos, no a tu padre, no a tu madre, al Señor. Ven y… ¿de veras? Generación despulgada de dichas infamias y que aun así, pródiga en herejías mantiene en sus pringadas rutinas toques sutiles, genuflexiones a una tradición de suplicios y tempestades. Postrados ante ya des-divinificadas profesiones de una fe abrupta, obsoleta por antigua y agraciada por haber quedado en el olvido.

Como se habrá notado, yo, gracias a Dios, no soy creyente. O al menos de esa clase. Por eso quería darles la bienvenida, durante unos momentos, a un pueblo que es un lugar, donde las gentes gobiernan y el gobierno obedece. Y más allá, el mar… ¿y cómo se verían si no, a nuestros andares sobre el asfalto, desde el futuro, desde lo lejos o desde lo alto? O aquellos luchadores de la larga noche de los 500 años que matados de pie para arrojar luz, emanaron brillo en su postrer estertor por lo que vendría… ¿y si esos levantaran la cabeza? Somos una generación desencadenada y que, sin embargo, se resiste a abandonar al grupo.

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Hombres pobres, ahogados en recursos. Lamentables, sin disciplina. Desarraigados y sin objetivos. Ya lo han conquistado todo por nosotros y ahora sólo nos queda someternos a tal desaire. Mientras no haya esperanza, no habrá vida. Destruirlo todo sería un buen comienzo. Abandonar el culto a este extraño individualismo y también convertirnos en… ¡Adoradores de mil dioses! Elegir no elegir a más templarios de monoteístas sacrificios para divinificar todo anhelo de salvación, todo camino de superación. Cada uno el suyo, verdadera individualización.

Y no más «siéntense, levántense, siéntense». No recaer en una nueva deshumanización del exceso de espiritualismo. Erigir con fiel cimiento pendones de libertad. Abandonar rituales que, como ratas desabordando un barco de lo terrenal, cabizbajos golpean las heces del que precede y se pierden lo inmenso. Como pollos sin cabeza, creyendo que por seguir la senda de todos serán objeto de salvación. ¿Por nada? ¿En serio? Recapitulemos sobre nuestros estigmas. Sobre la posibilidad de que el hombre supere el anhelo que encuentra en un Dios irreal. Sobre ese techo, esa cumbre alcanzable. Extralimitemos nuestras posibilidades. Mucho más, mucho mucho más. Un crecimiento disperso, infinito. Cada cual más lejos. Hablo de no concretar las virtudes en ente alguno. No materializar en nuestros deseos lo que no pertenece a este mundo. Aspirarlo, sinceramente, llegar más lejos. Creer en poder. Conseguirlo.

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No es sencillo el viaje. Puedo ir apresurado al vagón de las 8:10 y que no esté ese platónico y secreto amor que todos habitamos. Brincar y correr hacia él no fue ningún esfuerzo. Pero no está. Y no está porque fue un error obviar que su misterio reside en no ser alcanzado nunca. Como un suspiro, como el silencio, paradójico por romperse al ser susurrado, ligero y sensible, como la insoportable levedad del ser. Como Roma, como el eterno retorno.  Y ahora, por eso, viajo solo. Al principio, desespero (enfermizo), pero pronto: aceptación.

Integrar el reto de avanzar siguiendo no más pasos que los que yo dejaba con mis huellas, entendiendo que era ésta la única forma de llegar a donde nadie antes lo había hecho. Ahora sé que hay quien necesita de una guía, un supremo. También valoro la posibilidad de una animadversión desde un Dios, por sentirse mal buscado, mal amado, de una forma infantil e ingenua. ¿Hablándole en capillas, en serio es la forma? Desde luego que no.

Afirmo que es lo mismo necesitarle que techar su máximo anhelo de virtud (hipotéticamente): la armonía, vivir acordes al tiempo, a la musica de los planetas. Elevarnos y no pararnos por conquistar ninguna aspiración de la Tierra. Seguir. Continuar. Vencer. Superar. Todos.

«…Y miren lo que son las cosas que para que nos vieran nos tapamos el rostro; para que nos nombraran nos negamos el nombre; apostamos el presente para tener futuro; y para vivir…morimos».

Sub-comandante Marcos, sobre la democracia, la libertad, la tierra, el pan y la justicia.

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